La obra de Rodrigo Zamora tiene tantas lecturas como los módulos que componen algunas de sus prodigiosas acuarelas. De un lado el viajero inquieto que hurga, registra y reproduce detalles, panoramas o miserias de la gran ciudad. Pueden ser escombros, ventanas o mobiliario urbano. Y de otro lado, un artista que repasa la abstracción por la vía del volumen o la gráfica para re interpretar los hallazgos de su cámara y su pincel. En esas y otras tantas facetas está siempre un artista que no se conforma con una primera impresión de la realidad. Desconfía de lo ya visto y nos devuelve la experiencia cotidiana transformada en imagen inquietante o extraordinaria.
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